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Jun 17, 2014 Redacción Gibraltar, Noticias 0
Radio Bahía Gibraltar ofrece el discurso íntegro de Fabian Picardo en la ONU:
Como sabe, las autoridades gibraltareñas llevan desde 1963 dirigiéndose a este Comité con la esperanza de conseguir su ayuda.
Eso supone más de medio siglo planteando nuestros argumentos para el reconocimiento de nuestro derecho a la autodeterminación y, en paralelo, deseando una convivencia pacífica con nuestro vecino, España.
Tras mi discurso el año pasado, su distinguido antecesor, su Excelencia el Sr. Diego Morejón Pazmiño, respondió a la referencia que hice al silencio continuado de este Comité en torno a la cuestión de Gibraltar.
El Sr. Morejón Pazmiño señaló que mi sugerencia de que el Comité estaba fracasando en cuanto a la descolonización de Gibraltar era injusta y que ustedes debían atenerse estrictamente a los mandatos de la ONU, «no a sus simpatías por uno u otro lado».
El Sr. Morejón Pazmiño reconoció que tal vez era necesario revisar cómo está realizando su trabajo este Comité, pero indicó que esto debía acometerse siguiendo los cauces adecuados dentro de la ONU. «No podemos improvisar», afirmó.
Pues bien, yo le puedo afirmar con total confianza, Sr. Presidente, que usted tiene suficiente competencia para comenzar a ayudarnos, tal como le exigen los artículos 73 y 74 de la Carta y la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales, aprobada por la Asamblea General en virtud de la resolución 1514 (XV) del 14 de diciembre de 1960 , así como el resto de resoluciones conexas.
Todos los años venimos aquí y les recordamos que estas resoluciones les obligan a actuar para proteger nuestro derecho a la autodeterminación y eliminar a nuestra nación de la lista de territorios no autónomos.
Todos los años hemos abordado todas y cada una de las partes de los documentos que tratan de la eliminación de la lista de territorios no autónomos y de la descolonización en discursos eruditos y doctos pronunciados por mis distinguidos antecesores.
Pero todos los años, en lugar de ver cómo nos protegen, en lugar de ver cómo nos apoyan para hacernos avanzar, este Comité y sus sucesivos Presidentes siguen despachándonos con un absoluto silencio.
Cuento sinceramente con que usted va a cambiar esta dinámica, Sr. Presidente, porque hay algo que no debe olvidar: los ecos del silencio de este Comité resuenan a lo largo de generaciones de gibraltareños a los que se les ha negado su derecho a salir del colonialismo de jure que hace mucho tiempo que dejaron atrás de facto.
El sonido de su silencio habla de una organización que ya no es adecuada para su finalidad originaria, una organización que ya no es capaz de cumplir las funciones para las que se creó en un mundo más duro pero mucho más idealista, en ese periodo apasionante en el que hemos podido ver cómo la población de los territorios no autónomos se reducía desde 750 millones hasta apenas 2 millones de personas .
Es el logro de este Comité, Sr. Presidente, pero para esos 2 millones de nosotros que seguimos en la lista, también es su fracaso.
Su silencio, y eso es quizá lo más decepcionante, son cantos de sirena para los que desean dar al traste con los principios fundacionales de la Carta y la Declaración en un dañino intento de crear una nueva doctrina en el Derecho internacional que trate a los territorios sujetos a una disputa de soberanía de forma diferente a los territorios que no lo están.
Lo terrible es que este intento está concebido para acabar con los derechos humanos inalienables de los 2 millones de personas que siguen perteneciendo a la lista de territorios no autónomos, que son exactamente las personas cuyas circunstancias plantean los complejos casos para los que se crearon dichos principios.
Y el hecho es que el caso de Gibraltar se habría resuelto y nuestra nación habría salido de la lista hace tiempo, de acuerdo con la Cuarta Opción para la descolonización, si no fuera por los reiterados intentos de bloqueo del Gobierno español.
Sr. Presidente, España es una nación que durante estos últimos 50 años se ha trasformado en el plano político en todo MENOS en su actitud hacia Gibraltar.
DEBE desconfiar, Sr. Presidente, de una nación de 48 millones de personas con una extensión territorial de MÁS DE 500.000 KM CUADRADOS que emplea tanta energía como España en intentar colonizar nuestros queridos 6 km cuadrados, que son el hogar de 30.000 gibraltareños.
El meollo de la cuestión es la insostenible insistencia del Gobierno español en que, aunque Gibraltar, en su opinión, es sin duda un territorio colonial, los gibraltareños no somos un pueblo colonial y no podemos hacer uso de los derechos y protecciones que consagran para dichos pueblos la Carta y otros principios del Derecho internacional.
Obviamente, el argumento hace aguas en tantos puntos de hecho y de derecho que casi no merece la pena gastar tiempo en enumerarlos, pero sí merece la pena señalar que desde el punto de vista jurisprudencial, es una absoluta contradicción que el Gobierno español venga a este Comité a pedirles que aborden la descolonización de un «territorio no autónomo», como si todo lo que importara fuera el estatus del territorio (físico) en cuestión.
El hecho es que los principios mismos que subyacen a las normas y reglas creadas para regir la descolonización no son normas sobre transmisiones de propiedad internacionales.
No son normas que se refieran a la propiedad de los territorios como parcelas de terreno.
Son normas diseñadas para proteger lo que se describe en la Carta, la Declaración y las resoluciones como los derechos inalienables de los pueblos coloniales.
Son, pues, derechos que se refieren no a los territorios, sino a las personas que viven en ellos.
Por lo tanto, el Gobierno español debería tener claro que los asuntos que se tratan en este Comité sobre descolonización son exclusivamente los derechos in personam (personales), que son los derechos individuales de los pueblos de cada uno de los territorios incluidos en la lista.
Y nosotros, el pueblo de Gibraltar, somos innegablemente un pueblo colonial por el simple hecho de que somos LA población no autónoma del territorio incluido en la lista.
Y no caben más argumentos, porque incluso la propia categorización basada en si un territorio es o no un «territorio no autónomo» es claramente una referencia a la estructura de gobierno social y comunitario de las personas que viven en ese territorio.
La idea de la que parte el planteamiento del Gobierno español es que el territorio y el pueblo de Gibraltar son, de alguna manera, disociables.
Sin embargo, cuando se nos incluyó en la lista de territorios no autónomos, como pasó hace 68 años (en 1946), la tierra y la población de cada uno de los territorios se convirtieron en algo indisoluble, unido para siempre al ejercer la población sus derechos in personam (personales) en un territorio sobre el que eran los únicos que tenían derechos in rem (reales) en virtud de la Carta, la Declaración y las resoluciones.
El momento de la cristalización, en el que el pueblo colonial y el territorio se fundieron jurídicamente en uno, fue cuando, en 1946, el Reino Unido nos incluyó en la lista y la ONU nos aceptó como parte de ella.
Dicho de otro modo: lo que la doctrina jurídica internacional pública de la ONU ha unido para proteger los derechos y deseos de los pueblos coloniales, ningún tercer estado puede separarlo ya.
Porque ustedes, como Comité, se constituyeron como guardianes de los derechos de autodeterminación de un pueblo. Ustedes no son un foro para la consecución de reivindicaciones territoriales irredentistas de terceros, como España.
Por ese motivo, QUE QUEDE CLARO, SR. PRESIDENTE, que NO TIENEN COMPETENCIA para tomar en consideración las declaraciones y reivindicaciones españolas sobre nuestro territorio.
Sin embargo, ¡eso es lo que hacen en realidad! Pero todo el tiempo que pasen intentando inventar nuevas doctrinas sobre su competencia para tratar disputas de soberanía nunca desembocará en una nueva norma de Derecho internacional que, de alguna manera, permita a España abrir una puerta trasera y hacerse con la soberanía de Gibraltar.
Sea como fuere, voy a tratar de expresarlo de forma más sencilla:
Este comité no fue creado en la jerarquía de las Naciones Unidas ni en Derecho internacional como un órgano con competencia ni potestad para dirimir disputas territoriales.
Es la Corte Internacional de Justicia (CIJ) la que está ahí para eso.
Pero, como ustedes saben y hemos repetido hasta la saciedad, las bravatas del Gobierno español nunca han llegado hasta el punto de elevar a la Corte Internacional de Justicia las cuestiones territoriales que audazmente exponen aquí.
Ustedes tendrían que recomendarles que lo hicieran, porque como el excelentísimo Sr. Joe Bossano les dijo en Fiyi el mes pasado durante el exitoso seminario sobre descolonización, los argumentos españoles de 1964 y los de 2014 no albergan diferencia alguna.
El Gobierno español no se ha movido un ápice, pero el buque de Gibraltar ha zarpado y España tiene que aceptarlo, asumirlo y avanzar.
Incluso en términos físicos, estamos viendo los mismos problemas en la frontera con España que vivimos en 1964.
Ese año, España comenzó a imponer restricciones en la frontera internacional entre nuestras naciones como parte de una política declarada para intentar estrangularlos económicamente.
En 2014, cincuenta años después, y a pesar de que los dos países formamos parte de la Unión Europea, usan los mismos pretextos para obstaculizar los flujos de entrada y salida en la frontera.
Estas acciones constituyen sanciones económicas de facto que obligan a miles de trabajadores españoles a hacer cola durante horas antes de poder volver a sus casas en España, después de un largo día de trabajo en Gibraltar.
En una carta enviada por el Viceministro Principal, el Dr. García (que me acompaña hoy), hemos informado a este comité y al Cuarto Comité sobre las medidas tomadas por España y las reiteradas incursiones ilegales de los barcos de este estado en las aguas territoriales de Gibraltar, vulnerando así la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.
España obliga a madres, niños, ancianos y enfermos a hacer cola durante horas debido a unos controles a los peatones innecesarios y esporádicos.
No existe una justificación posible para sus acciones, ni siquiera las más exageradas inquietudes en torno a las diferencias de precios en algunos productos.
Gibraltar también sufre el fenómeno de las importaciones no declaradas, pero todos nuestros controles son proporcionados y están diseñados para no causar molestias a las personas que cruzan la frontera entre nuestros países.
Al tomar medidas desproporcionadas, España perjudica a las empresas, daña el comercio y envenena las relaciones humanas. España provoca que la vida de las familias esté llena de tensiones para aquellos que tienen que cruzar la frontera para ir a trabajar o ver a sus seres queridos.
Casi todos los días vemos buques del Estado español, de su Armada o de la Guardia Civil haciendo incursiones ilegales en nuestras aguas territoriales, ¡algo que es peor ahora que hace 50 años!
No me cabe la menor duda de que algún día, algún Gobierno español más moderno volverá la vista hacia estos comportamientos y los lamentará profundamente.
Estas medidas no contribuyen en absoluto a mejorar la reputación de España, que busca convertirse en miembro temporal del Consejo de Seguridad.
Así que, examinemos qué pueden hacer ustedes para ayudarnos en virtud de la Carta, la Declaración y las resoluciones.
Sr. Presidente, usted sí que tiene competencia para visitar Gibraltar, las normas se lo permiten.
El Reino Unido, la «potencia administradora» en su curiosa y trasnochada terminología, le ha invitado.
Nosotros, el pueblo colonial, le hemos invitado en repetidas ocasiones.
Pero usted no ha venido.
Si quiere decirme a mí y al pueblo de Gibraltar que, al menos, está haciendo lo que se le permite hacer, pues por lo menos venga a hacernos una visita a Gibraltar.
Usted también tiene competencia, como ONG de la ONU, para dar una opinión o solicitar una opinión consultiva sobre los progresos del pueblo de cada territorio en pos de un nivel suficiente de autogobierno.
En ocasiones anteriores hemos entregado a este Comité copias de nuestra Constitución de 2006, pero usted no ha respondido a nuestras repetidas solicitudes para expresar una opinión sobre si esa Constitución otorga un nivel suficiente de autogobierno, sin llegar a la independencia, para que podamos aspirar a determinar libremente y consolidar nuestro estatus en virtud de tal documento, al ser ésta la Cuarta Opción de descolonización por la que optamos, según lo presentado en la resolución 2625 (XXV) de la Asamblea General, aprobada el 24 de octubre de 1970.
Usted tiene la potestad de hacerlo y le rogamos que la ejerza.
Pero no ha emitido una opinión ni ha solicitado una opinión consultiva, así que las palabras pronunciadas por su predecesor en la presidencia el año pasado tras mi intervención, a saber, que ustedes «hacen lo que pueden», son manifiestamente incorrectas.
Es obvio que pueden hacer mucho más para ayudarnos y no lo están haciendo.
Este año vamos a celebrar un simposio sobre autodeterminación después del verano. Ustedes tienen la obligación de promover ese derecho en los territorios no autónomos.
Así pues, le invito formalmente, Sr. Presidente, a que participe e intervenga en nuestro simposio para de este modo promover ese derecho en Gibraltar.
Si no tiene disponibilidad, recibiremos a cualquier miembro de la Secretaría o a cualquier otro representante del Comité para que asista y, si así lo desea, también para que intervenga.
Además, también le invito a organizar en Gibraltar su próximo seminario, que tanto éxito cosechó de nuevo este año en Fiyi.
Si usted ya ha decidido la sede del próximo seminario, pues entonces que sea el siguiente. Pero venga.
No deje que España, que no tiene derechos que esgrimir ante usted, le disuada de hacer las cosas que tiene potestad para hacer.
Y no tenga miedo de nosotros, ¡no mordemos!
Y si no hace ninguna de las cosas que sí puede hacer, entonces esto sería una evidencia de que le está fallando gravemente al pueblo de Gibraltar, de que no está cumpliendo sus obligaciones en virtud del solemne y sagrado deber que se le ha otorgado.
Usted, Sr. Presidente, incluso le está fallando al Reino de España con su persistente inacción y debería pensar en si por lo menos les tendría que decir que no pueden utilizar este Comité para promover sus reivindicaciones depredadoras y que deberían llevarlas ante la CIJ si creen que tienen base. Tal vez así dejen atrás su postura insostenible.
Por eso somos meridianamente claros a la hora de explicar nuestra postura.
Decimos a las claras que Gibraltar nunca será español.
Decimos a las claras que no buscamos dejarnos seducir por una eventual anexión que representaría una recolonización.
Ningún esfuerzo de seducción nos va a convencer de que renunciemos a nuestros derechos sobre nuestra tierra ni nos hará olvidar la forma en que hemos sido maltratados durante más de medio siglo.
Pero también decimos a las claras que esto no menoscaba nuestras ganas de entablar un diálogo maduro, productivo y mutuamente beneficioso como vecinos.
Queremos respetar a España y que España nos respete como país vecino amistoso y diferenciado, que puede cooperar con su gran vecino del norte, como ya intentamos hacer con nuestro también vecino del sur.
De hecho, Sr. Presidente, son momentos propicios en España. Esta semana, un joven príncipe español con formación internacional se convertirá en rey.
A Felipe VI de España Gibraltar le tiende una mano de amistad y respeto como vecinos y defensores de la democracia.
Este nuevo jefe de Estado debe saber que sólo buscamos la paz, el entendimiento y la cooperación.
No nos dejemos llevar por las fuerzas destructivas del nacionalismo fútil y pueril que sólo sirven para alimentar a los dinosaurios que prefieren reavivar las viejas batallas perdidas del pasado.
Demos prioridad al diálogo. Seguimos apostando decididamente por el proceso TRILATERAL de diálogo, tal y como ha reiterado el Reino Unido. Aprovechemos las oportunidades para entablar ese diálogo de tal modo que no comprometa a ninguna de las partes afectadas.
El Excelentísimo Secretario de Exteriores del Reino Unido, el Sr. William Hague, ha demostrado grandes dotes imaginativas para evitar los escollos del “lateralismo”, proponiendo un diálogo especial paralelo sobre cuestiones de interés mutuo donde las partes presentes sean aquellas que tengan competencias constitucionales .
Junto con nuestro llamamiento al diálogo, Sr. Presidente, este Comité tendría que apoyar al pueblo de Gibraltar en todos nuestros esfuerzos para conseguir la eliminación definitiva de nuestro país de la lista.
Apóyenos con las cosas que tiene potestad para hacer, como visitarnos, asistir a nuestro simposio, organizar uno de sus próximos seminarios en nuestro territorio, o incluso solicitar, por fin, una opinión consultiva de la CIJ sobre nuestro derecho a la autodeterminación.
Apóyenos, porque PARA ESO está usted aquí, o díganos por qué no lo quiere hacer, pero sin fingir que no puede.
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